Amanece enero congelado... los pies también.
Al igual que una rosa que había recibido, fría, congelada, ahora se acumula el frío en mis extremidades, me pinchan los dedos y el corazón.
Necesito un abrazo cálido que derrita mi tristeza y me desentumezca la nostalgia.
3 de enero de 2008
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